Creo que he escrito pocos artículos en este blog sobre los beneficios de caminar por entornos naturales 🙂 (tono irónico máximo activado). Pero es que, acabo de volver de estar un par de días por el Pirineo caminando un poquito y, personalmente, he experimentado esos  beneficios. Y hay muchos más, claro.

 

¿Por qué me fui al Pirineo a caminar de repente y sin planear en pleno verano? Pues por necesidad psicológica, por salud mental.

 

Porque ya no podía más. Porque el calor del verano en mi ciudad me sienta fatal. Existe algo llamado “Trastorno afectivo estacional” que, en realidad, aunque no se sabe a ciencia cierta por qué se produce, en los manuales de diagnóstico clínico está englobado dentro del trastorno de depresión y se le pone el especificador “con patrón estacional” porque solo se da en ciertas estaciones del año (y depende de cada persona). Los síntomas son como los de la depresión.

 

Muchas personas suelen sufrirlo sobre todo en invierno, cuando las horas de luz disminuyen. Y tiene una lógica biológica aplastante. A menos horas de luz, menor cantidad de serotonina y eso lleva a estado de ánimo más bajo (esa es una de las teorías). No es tan simple como esto, es mucho más complejo, pero para que nos hagamos una idea, podría ser uno de los motivos biológicos.

 

Pero otras personas sufren este mal en verano. Y también tiene una lógica biológica aplastante si seguimos en la línea de lo anterior. A mí, personalmente, me da menos sol en verano que en invierno. Porque en verano me encierro en casa porque el calor me mata, me baja la tensión, me da angustia… todo esto hace que no consiga hacer ejercicio, que no me apetezca salir y mi ánimo se desestabiliza y decae.

 

En realidad, aunque no se sabe qué es exactamente lo que causa el trastorno afectivo estacional, puede ser un conjunto de factores.

 

Y no, no me he autodiagnosticado trastorno afectivo estacional de verano. Me parece absurdo, porque sé que es algo que se asocia a esa estación del año y que tiene fin. Me ocurre todos los años en la misma época. La verdad es que el verano lo acuso mucho a nivel psicológico. Tengo hipersensibilidad al calor y eso conlleva consecuencias negativas para mí.

 

Así que, como cada verano, llevaba un par de meses sin moverme, con el ánimo muy inestable, con apatía casi constante excepto algunos ratos. Lo asociaba al verano y por eso no me preocupaba, porque sé lo que es y sé que se pasa en cuanto baja el calor.

 

Pero, aunque sepa lo que es, no puedo evitar sentirme mal. Por tanto decidí que, o me marchaba de aquí a mover cuerpo y mente, o acabaría mal o tomando medicación. Y no… no me apetece pasar un verano drogada, la verdad.

 

Así que, sin pensarlo demasiado (porque si hubiese empezado a darle vueltas no me hubiese ido a ningún lugar), de repente me surgió la oportunidad de caminar con un amigo montañero y me vi comprando un billete de autobús al norte. Sola tampoco hubiese ido: por falta de energía, de fuerzas, de ánimo, de capacidad, de todo.

 

Caminar no solo es beneficioso para la salud física, sino que también tiene numerosos efectos positivos en la salud mental y el bienestar emocional. Aquí te cuento 8 de los beneficios psicológicos de caminar que he experimentado tan solo en dos días fuera de casa en contacto con la naturaleza en un lugar algo más fresco que en Valencia (Valencia es la ciudad donde vivo).

 

  1. Reducción del estrés y la ansiedad: Caminar al aire libre, especialmente en entornos naturales, tiene un efecto calmante. La combinación de la actividad física, la naturaleza y la exposición a la luz solar reduce los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y promueve la relajación, lo que contribuye a una sensación general de calma.

 

  1. Mejora del estado de ánimo: Caminar aumenta la liberación de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que están asociados con la sensación de felicidad y bienestar. La actividad física regular ayuda a combatir la depresión leve y mejora el estado de ánimo en general.

 

  1. Estimulación cognitiva: Caminar estimula la actividad cerebral y puede ayudar a mejorar la concentración, la memoria y la función cognitiva en general. La actividad física promueve el flujo sanguíneo y la oxigenación del cerebro, lo que puede tener efectos positivos en la claridad mental. No había sido capaz hasta ahora, al volver de caminar, de poder escribir el artículo de blog de agosto. Acabo de volver y… ¡magia! ya puedo escribir. No, no es magia: es estimulación cognitiva.

 

  1. Fomento de la creatividad: Caminar, especialmente en entornos diferentes, puede estimular el pensamiento creativo. La actividad física y el cambio de escenario pueden ayudar a despejar la mente y permitir que las ideas fluyan de manera más libre y creativa. Esto me lo guardo para mí, pero me han surgido nuevas ideas jeje.

 

  1. Aumento de la autoestima: El ejercicio regular, como caminar, puede aumentar la confianza en uno mismo y la autoestima. Cumplir con metas de actividad física y experimentar mejoras en la salud física puede tener un impacto positivo en la percepción de uno mismo. Sí, estoy contenta conmigo por haber sido capaz de hacer una ruta después de dos meses casi tumbada a diario. Mis clientes de sesiones online, todos caminantes, también lo saben 😉

 

  1. Reducción de la rumiación: Caminar puede ayudar a romper patrones de pensamiento negativo y rumiante. La actividad física distrae la mente de preocupaciones y permite que el cerebro se enfoque en el entorno y las sensaciones corporales. Ha sido increíble. Mis pensamientos que andaban mareados, ya están centrados y en calma. Adiós a los pensamientos rumiativos.

 

  1. Mejora del sueño: El ejercicio regular, como caminar, puede mejorar la calidad del sueño. Un sueño reparador es esencial para la salud mental y el bienestar emocional. No os podéis imaginar lo que fue dormir en un refugio libre de montaña después de un día agotador de caminar. Caí rendida en el suelo. Me dormí tal vez en dos segundos tras meterme en el saco de dormir.

 

  1. Socialización: Caminar con amigos, familiares o grupos proporciona oportunidades para la socialización, lo que puede mejorar el estado de ánimo y reducir el aislamiento social. Para mí fue un placer y un aprendizaje caminar con un amigo montañero y compartir pasos y conversación. Además he conocido a otras personas del mundo de la montaña y es enriquecedor.

 

Caminar nos regala una forma accesible y efectiva de cuidar tanto de la salud física como de la salud mental. Integrar caminatas regulares en nuestra rutina diaria tiene un impacto positivo duradero en el bienestar psicológico.

 

Ahora, lo que tengo que hacer, es seguir caminando a pesar del calor que hace en mi ciudad. Así, en plan “medicación”, aunque no me apetezca o sienta que el cuerpo me pesa. El sedentarismo mata.

 

Si es tu caso y te encuentras en la misma situación que me encuentro yo cada verano (o si te pasa en invierno), haz lo posible por salir a andar. Tu salud mental te lo agradecerá. Si la montaña crees que es demasiado para ti, la opción de hacer algún Camino de Santiago físicamente es mucho más «sencillo» (entre muchas comillas) porque no hay pasos técnicos (o si los hay son mínimos).

Como veis, los psicólogos también somos humanos y tenemos nuestras “cositas”

Feliz momento.

La foto de portada es de uno de los lugares por los que estuve caminando el sábado pasado, en el Pirineo Aragonés 🙂

Si quieres echar un vistazo a mi consultoría, puedes hacerlo aquí.

 

Nieves Casanova. Caminante, consultora, escritora y fan de la pizza.

 

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