No alimentes al miedo
Sueña, vive, crea. Disfruta del camino del aprendizaje. Fluye con el miedo; si un día te das la vuelta y está ahí, invítalo a café; cuéntale tus proyectos. ¿Te quiere acompañar? Vale, no lo niegues, acepta que te acompañe; simplemente no lo alimentes.
Los miedos se alimentan de nosotros, de nuestros pensamientos. Comen y se engordan, cogen fuerza y nos destruyen. Nuestra misión es no alimentarlos, dejarlos que se aburran y se cansen. Y si hacemos lo que queremos hacer, incluso aunque el miedo esté como compañero de viaje, se aburrirá de que no le prestemos atención y se adelgazará y se marchará. O morirá de hambre.
Las emociones están vivas, tienen su función, todas son necesarias. No me gusta etiquetarlas de positivas o negativas, porque el miedo también nos protege del daño, por ejemplo. ¿Qué ocurriría si no tuviésemos miedo a saltar sin arnés desde un puente?
El problema llega solo cuando alguna emoción se encariña de nosotros demasiado y se resiste a marchar. Pero si la matamos de hambre, fijo que desaparecerá. Matarla de hambre se hace de muchas maneras. A través de la conducta, por ejemplo. ¿Por aquí no he contado mi miedo a conducir? Pues sí, lo tengo. Está crecidito, enorme, pesado… intento no alimentarlo y se mantiene gordo y estable.
La manera de matarlo de hambre es conduciendo (conducta). Me toca volver a la autoescuela.
Pero también otra manera de matarlo de hambre es ser consciente del miedo, saber que existe, saber que es irracional (si todo el mundo conduce, ¿por qué no voy a hacerlo yo?) reconocerlo y no recrearme en él; y visualizarme conduciendo tranquilamente (eso sería algo cognitivo, del pensamiento).
Otra manera de matarlo de hambre, llegará cuando me suba al coche de la autoescuela si me pongo a temblar de la emoción (de la emoción de miedo, jeje). Entonces, dejar que el miedo esté, sentir la emoción a nivel fisiológico, respirar profunda y lentamente y, como hago en montaña muchas veces cuando me entra vértigo en las trepadas, enfocarme en lo que quiero conseguir, con miedo incluido; aceptándolo. Y después me como mi galleta de chocolate para reponer energías.
¿Sabes que el miedo extremo consume muchos recursos? ¡Entre otros, consume glucosa! ¡Nos baja el nivel de azúcar en sangre! Podemos decir que el miedo es muy goloso; así que, eso de matarlo de hambre en sentido metafórico, no es tan descabellado.
La terapia de aceptación y compromiso me gusta porque se enfoca en los valores en lugar de luchar drásticamente contra la emoción. La emoción se reconoce, se acepta y se continua hacia adelante incluso con ella.
Si me lees habitualmente en facebook esta historia del miedo a conducir ya te sonará. A veces, para gestionar emociones necesitamos un profesional que nos ayuda desde fuera, que tiene las herramientas adecuadas y se adapta a nosotros y nuestras circunstancias. Somos seres emocionales, es lo que hay. 🙂
Dime, ¿Cuál es tu comida favorita? ¿Cuánto tiempo aguantarías sin comer antes de empezar a adelgazar? Pues al miedo le pasa igual: no alimentes al miedo.
¿Y tú, como llevas la gestión del miedo? ¿lo alimentas o acaba muriéndose de hambre?
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