¿Disociación, desrealización, despersonalización, locura? ¿Habéis visto Mátrix?

Qué cansina soy con algunos temas, sorry. Pero es que hay algo que me fascina, que me hace preguntarme infinidad de cosas; y como no tengo respuesta objetiva concreta, pues…

Este post lo entenderéis bien los peregrinos y caminantes, creo. Y los que os consideráis “raritos”, también.

Después de este solitario y precioso Camino Mozárabe, he sentido un Síndrome Post Camino agudo demasiado intenso, rozando los síntomas disociativos, de despersonalización o irrealidad que podemos notar con meditación profunda o con el consumo de algunas sustancias. Me ha pegado más fuerte que nunca.

De mis no sé cuántos caminos y síndromes post camino que llevo, éste ha sido el más loco.

Normalmente, cuando regresamos de un camino (y normalmente, cuantos más días llevamos caminando, más lo notamos) entramos en una especie de síndrome post vacacional con síntomas conocidos por todos. Pero como se trata del Camino de Santiago, lo hemos bautizado con el nombre de Síndrome Post Camino (no, no está en los manuales de diagnóstico clínico jaja).

Tengo un artículo sobre el Síndrome Post Camino (SPC) en mi blog y no me voy a repetir.

Pero esta vez ha sido demasiado potente y algo diferente. No he llegado a preocuparme porque sé que era algo que se iba a pasar en algún momento. Nada dura para siempre.

 

Desrealización y Mátrix

Cuando llegué a Mérida, empecé a sentirme extraña. Pero bien… siempre ocurre cuando termino un camino y me quedo en una ciudad. Es una sensación como de ¿y ahora qué? ¿dónde estoy y a dónde voy? La última copa que tomé por la tarde con los peregrinos a modo de despedida, salvó la jornada de sentirme una completa extraterrestre.

Pensé en quedarme en Mérida un par de días para ver hacia dónde tiraba. Finalmente decidí marchar para casa (aunque volveré a coger la mochila pronto).

Por equivocación, porque no sabía en qué día estaba, me confundí de fecha y compré un billete para el martes, pensando que sería lunes. Bien.

Me quedé 3 días en Mérida. Me dediqué a hacer “turismo de piedras” pero la ciudad me saturaba un poco y necesitaba caminar por algún lugar más silencioso, así que me hice varios kilómetros por el río, que es un lugar muy tranquilo. Mi cuerpo necesitaba andar, pero mi mente entraba en sensación de irrealidad cada vez más potente.

En algún momento me sentí una extraterrestre del todo en una ciudad lo suficientemente grande como para que su movimiento me llegase a saturar. Me sentí una persona sin identidad ni destino que andaba de manera errante con la excusa de visitar esas maravillas romanas que bañan sus calles.

 

¿Habéis visto Matrix? Pues eso… ¿Habéis entrado y salido de un estado de meditación profunda? Pues eso… ¿Habéis consumido alguna sustancia que os ha dejado “fuera de onda”? Pues eso… Más o menos lo mismo, pero sin película de Matrix, sin meditación profunda y sin consumo de sustancias.

 

Empecé a sentir que la realidad que estaba habitando en Mérida era como una especie de película. Yo no tenía identidad concreta y mi mundo real se había desvanecido hacía solo un par de días, cuando dejé de caminar. Me sentía como en una especie de trance disociativo (por favor no lo comparéis con el trastorno disociativo de psicopatología, nada que ver; por eso he puesto la palabra “TRANCE”, es la palabra común que más me gusta y más se acerca a lo que sentía). ¿Habéis leído mi ebook TRANCE? Pues algo por el estilo jaja, pero sin meditación ni sustancias jaja.

Me sentía como observadora del mundo, pero sin pertenecer a él. Eso ocurre a veces en meditación profunda. Nos disociamos. Es una sensación a la que estoy habituada en ciertos contextos. También nos podemos disociar en situaciones de estrés.

Fue muy extraño. Fue como si la auténtica realidad hubiese sido la de los días anteriores, caminando durante horas en una perfecta armonía y soledad. Sentía como si el ajetreo de la ciudad de Mérida fuese solo una película que estaba viendo en la que no me conseguía integrar aunque hubiese adoptado el papel de turista. No conseguía conectar con las cosas que veía ni con las personas tampoco.

Fui por la mañana a desayunar a un bar, pedí café con leche y tostadas, pero la sensación era de que, el camarero y yo, no estábamos en la misma realidad.

¡La movida es que yo no tenía realidad ni identidad, porque había salido de ella cuando dejé de caminar!

Así que, mi “refugio” en Mérida fue el cauce del Guadiana, allí me sentía algo más “conectada”. Por allí había gansos (u ocas; no sé diferenciarlos), algunos patos y gatos. Un gato me vio, me maulló y se escondió detrás de unos matorrales. Le llamé para que saliera, me apetecía acariciarlo y sentir el contacto con algo vivo que parecía estar en mi misma dimensión, pero no salió; solo seguía maullándome. Seguí mi caminata y al rato apareció una señora que les daba de comer a los gatos del Guadiana. A ella sí le hacían caso jjeje.

Que ni siquiera un gato se acercase a mí cuando lo llamé, me resultó raro… ciertamente había una distancia entre esa realidad por la que me estaba moviendo y yo.

Le envié un whatsapp a mi prima, con la que tengo mucha relación, para que me hablara de ella, de sus historias, de su vida… pensé que eso me haría reconectar con esa otra realidad a la que pretendía volver.

Durante este camino he estado más desconectada que nunca de la “vida cotidiana”. Y no han sido demasiados días andando. He hecho caminos mucho más largos. Pero por algún motivo… este camino lo he vivido diferente. Muy conectada al camino y obviando casi todo lo que no estaba en él.

Me acordaba de muy pocas personas de la otra realidad. Solo de mi familia y algunos amigos. Y solo intercambiaba algunos whatsapp con ellos, pero pocos. Lo justo para decir que seguía viva jeje. Estuve también muy desconectada de las noticias del mundo, excepto cuando en algún bar estaba puesta la TV y le prestaba algo de atención, pero enseguida me desconectaba a conciencia, porque lo que veía era demasiado surrealista.

Publicaba en mi muro de Facebook, sí. Pero apenas miraba el de otras personas.

En este camino todo ha fluido sin complicaciones. No he tenido que hacer grandes esfuerzos. No he tenido que negociar nada con nadie porque los ratos que estaba con los peregrinos todo fluía sin tener que pensar demasiado. En el camino me dedicaba a vivir el momento presente en cada etapa como tal vez nunca lo había hecho antes caminando; porque tal vez no tenía ninguna dificultad añadida al hecho de tener que encontrar el albergue o el bar al entrar en las poblaciones. Tal vez esos eran mis únicos quebraderos de cabeza. La meteo fue perfecta para caminar, así que tampoco lo pasé mal por ello. Y los dolores que tuve en los gemelos y en los pies me preocuparon un poco, pero no lo suficiente como para que mi mente entrara en estado de ansiedad.

No sé. Tal vez por mi estado psicológico predispuesto a caminar y desconectar y a disfrutar de la soledad y los ratos compañía sin pretensión ninguna, hizo que mi conexión con el camino fuese tan grande, que me integré del todo en esos campos inmensos. Tal vez porque el Camino fue muy amable conmigo en todo momento, porque pasé mucho rato sola y en un silencio extasiante, porque me sentí bastante fuerte y no percibí grandes complicaciones, pude relajarme al máximo durante las etapas.

Es relativamente normal que estas “despersonalizaciones” o sensaciones de “irrealidad” ocurran a veces al dejar caminar. Es relativamente normal que percibamos “la otra vida -la vida cotidiana-” como una película.

Pero mi pregunta es: ¿Por qué no ocurre al revés? Es decir: ¿Por qué cuando nos vamos de nuestra vida cotidiana al camino no tenemos sensación de que caminar es algo extraño o irreal? ¿por qué? ¿qué ocurre exactamente en nuestras cabezas?

¿Viviremos habitualmente en una simulación como aseguran algunos? Oye, a ver si van a tener razón y la verdadera realidad es la de caminar sin parar jijijiji.

 

Yo tengo algunas hipótesis.

  • Tal vez, cuando nos ocurre esto, es porque la “vida cotidiana” no nos satisface de verdad y entonces nos cuesta adaptarnos a una realidad que percibimos hostil por algún motivo.
  • Alguna vez escribí algo para Gronze y creo que la respuesta, tal vez, puede estar en ese artículo: lo titulé “Si el Camino de Santiago es sinónimo de libertad, ¿la vida cotidiana es sinónimo de prisión?
  • Puede ser que nuestra verdadera naturaleza es la de movernos por entornos naturales, cerca de la tierra y los árboles y no por asfalto.
  • O tal vez sea porque algunas personas, debido a la manera que tenemos de percibir el mundo, meternos de repente en una ciudad con tanto movimiento y gente, nos genere un estrés importante sin darnos cuenta (y eso que Mérida no es como Valencia… cuando a mi regreso en tren llegué a la estación de Chamartín a hacer el enlace sí que flipé… era una Mátrix aumentada jajaj).

 

El caso es que tuve un episodio de desrealización* no patológica acompañado de una ligera anhedonia** y alexitimia*** que me duró casi 4 días, que me convirtió en una errante de la Mátrix (una zombi, vamos), hasta que empecé a sentir algo de tristeza y entonces me dije: vale, esto se mueve, estoy triste y estoy viva jajjajaj. 😀

En realidad, nunca me he sentido del todo adaptada a este mundo; es decir, siempre he sentido que no termino de “encajar”, así que… solo me falta un “empujoncito” caminando durante mucho tiempo en soledad para que tal vez llegue a percibir el mundo de asfalto y ruido como un sueño irreal con una fecha de caducidad incierta.

Los “raritos” me entendéis, lo sé 😊

Feliz momento.

*Desrealización: sensación de sentirse desconectado del mundo que nos rodea. **Anhedonia: dificultad de experimentar placer o interés por el mundo. ***Alexitimia: incapacidad para reconocer emociones.

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