Siguiendo en la línea del artículo anterior de este blog, me fui al Camino Primitivo. Tuve la suerte de que no recordaba muchas cosas de mi primera vez. Tuve la suerte de ir con la mente totalmente abierta a que fuese un camino distinto. Y lo disfruté. Lo disfruté mucho. La imagen de portada del artículo podría haber sido una super verde, pero he elegido una de la etapa de Hospitales, porque me representa mejor la metáfora de la vida.

Este camino fue el tercer camino que he hecho siendo psicóloga, pero el primero con mi negocio de psicología online en marcha. Ha sido muy simbólico.

Cuando hace 10 años hice mi primer Camino de Santiago y justamente fue el Primitivo (el Camino de Santiago Primitivo es el que transcurre entre Oviedo y Santiago de Compostela), la idea de mi cambio de vida estaba ya rondando en la cabeza.

Y volver al Primitivo con el objetivo cumplido ha sido como una señal de que los sueños algunas veces se cumplen. De que, aunque querer no siempre sea poder, a veces se puede. De que tengo una fuerza física y mental mayor de lo que a veces creo o siento. Todos la tenemos, pero a veces se nos esconde.

Para mí ha sido internamente un reforzamiento de mi propia fuerza (valgan todas las redundancias, porque este camino ha sido un camino de victoria psicológica por todas partes).

Hay algo que llevamos todas las personas puesto siempre, colgado a nuestras espaldas. Y es la mochila de nuestra vida. Está llena de vivencias, experiencias, aprendizajes que nos hacen ser como somos. Esa mochila a veces pesa mucho y otras veces pesa menos.

Las emociones se ordenan dentro de la mochila de una manera distinta dependiendo de cada uno. Algunas emociones compiten entre ellas por ocupar el mejor lugar. Otras veces son los pensamientos los que luchan entre ellos para situarse en la zona de la mochila con más ventilación.

Pero hay algo super importante: muchas veces podemos ser capaces de seguir caminando con esos pensamientos y emociones buscando su lugar.

Así que el trío emoción-pensamiento-conducta en orden o desorden está continuamente negociando y llegando a acuerdos mejores o peores.

En este Camino Primitivo curiosamente noté que mi mochila, aun llevando los kilos de siempre, pesaba mucho menos. La notaba ligera.

Mis pensamientos y emociones fluían con naturalidad. Y mi conducta caminaba en consonancia. No recuerdo un camino más tranquilo a nivel interno y externo que éste. Tal vez haya sido el camino más calmado. Donde las emociones reposaban a diario en la mochila sin combate alguno y mis pensamientos se mantenían continuamente en el presente y solo se iban al pasado para cerrar ciclos y al futuro para darme ilusión.

Curiosamente yo me sentía fuerte y segura. ¿Tendrá algo que ver? Por supuesto que sí.

El Camino de Santiago como metáfora de la vida para mí es total.

Hice este Camino con mi amigo peregrino Rubén. Una persona con la que ya había caminado antes y con la personalidad perfecta como compañero de viaje. Rubén es alguien con quien se puede hablar, reír, llorar o estar en silencio. Rubén transmite calma y alegría y te tiende la mano cuando necesitas ayuda. Pero además es alguien que se respeta a sí mismo. Todo lo que puedo decir de Rubén son virtudes de un gran caminante.

Este Camino Primitivo transcurrió tranquilo, con temperatura ideal para caminar, con un verde intenso y flores de colores que inundaron nuestras retinas. Y ese verde de color vida llegó hasta lo más profundo de nuestras neuronas transmitiéndonos fuerza y calma a cada paso.

Personalmente me sentí física y mentalmente fuerte y en paz. Hice unos cierres que tenía pendientes de hacer y no tuve ningún problema destacable.

Recordaba este camino más duro. Y no lo fue. Tal vez porque no hacíamos etapas demasiado largas, tal vez porque la meteo nos acompañó en todo momento. Solo hubo una etapa de mucha lluvia y frío que resultó dura.

Conocimos a algunos peregrinos. Dos de ellos llevaban su ordenador portátil en su mochila para hacer sus “deberes”. Y eso me dio más esperanza todavía. Para seguir trabajando por y para la vida que quiero llevar, en la que ya estoy caminando a mi ritmo y respetando mis tiempos; como intento hacer siempre, aunque tenga dificultades.

Así que este Camino de Santiago Primitivo ha sido mi regalo y mi premio a todos estos años de apuesta, de renuncias, de incertidumbres, miedos, inseguridades y de valentía de caminar hacia donde de verdad quería. Asumiendo que las cosas pueden salir bien o mal.

Y sé que todavía pueden salir mal porque no tenemos certezas absolutas sobre nada. Vivimos en una constante incertidumbre.

Me repito mucho en mis artículos, lo sé. Pero es el mensaje que quiero dejar: el tiempo es lo más valioso que tenemos y las certezas nunca son absolutas.

Todas las etapas del Primitivo fueron preciosas. Pero hubo una muy especial para mí. La etapa llamada Hospitales. Fui por Hospitales ya hace 10 años. Es una etapa sin servicios que la hace especial. Quise repetir aún sabiendo que se había quemado. He andado muchas veces por parajes quemados y es triste, pero también la vida es a veces triste. Todas las emociones tienen su función.

Estuvimos rodeados de árboles negros, quemados. Se respiraba muerte y vida a la vez, porque el suelo por algunas zonas se veía verde otra vez. Fue la pura representación de los ciclos de la vida.

Observando la naturaleza nos damos cuenta de cómo somos. No somos distintos al paisaje que transcurre por la etapa de Hospitales. Ni somos distintos a cualquier otro paisaje que podamos observar.

Somos seres vivos, como los animales y las plantas. Pero también tenemos una parte que se integra perfectamente con las rocas del camino, con las cuestas, con las cimas y los valles. Con el viento, el agua, la madera y el fuego. Somos lo mismo. Y el día que comprendamos eso… mejor dicho, el día que seamos capaces de sentirlo, ese día nos daremos cuenta de la realidad de la esencia de lo que somos.

Yo voy a seguir caminando en la dirección que marquen mis flechas internas, conectando con mis propios elementos. Soy consciente de que algún día, igual que ocurrió con los árboles de la etapa de Hospitales, me convertiré en cenizas. ¿Y tú qué vas a hacer?

¿Sientes tu mochila de la vida demasiado pesada o que pensamientos y emociones no están ordenados como te gustaría?

Buen Camino 🙂

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Nieves Casanova. Caminante, consultora, escritora y fan de la pizza.

 

 

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