Castillo de Acher. Una subida demasiado exigente para mí en esos momentos. Falta de experiencia, de entrenamiento, botas de astronauta, flojera, etc. Según iba subiendo me sentía peor.
Empecé con buena actitud, siendo consciente de que, con la fatiga, los pensamientos nefastos podrían aparecer. Al principio los pude gestionar bastante bien.
Pero hubo un repecho final al subir el collado en el que sentí que realmente no podía más.
Al subir el collado, me senté en la nieve: ya no puedo más.
La cima se veía desde ahí, estaba relativamente cerca.
RELATIVAMENTE. Cuando uno está agotado, unos metros pueden ser un mundo.
A mí las cimas me dan un poco igual. Lo mismo que en el Camino de Santiago llegar a Santiago o no llegar. A mí lo que me importa es disfrutar del camino. Por eso no cuento kilómetros en el Camino, sino experiencias. Con el monte me pasa lo mismo.
Caminar por placer, para aprender, para nutrirme.
Mi DESTINO es el Camino en sí mismo.
Con mi agotamiento físico y psicológico, por motivos que me guardo para mí, me levanté y decidí continuar hacia «el final» (la cima).
Pero antes de llegar, una sensación de soledad infinita se apoderó de mí. Miré las nubes, miré la blancura de la nieve que salía volando a toda velocidad del suelo por el empuje del viento… en esos momentos, por unos segundos, esa soledad era perfecta en la inconsistencia de mi propio momento…
Fui consciente entonces de que la montaña es solo un escenario más en este CAMINO solitario al que llamamos VIDA.
Por mucha gente que conozcamos, muchos amigos que tengamos, familias, parejas, compañeros, etc… en esencia estamos solos. SOLOS. Porque la grandeza y complejidad de los eventos privados de nuestra propia psicología/neurología nadie es capaz de llegar, ni tan siquiera a imaginar, hasta dónde pueden alcanzar.
Empecé a llorar, me senté en la nieve y dejé que el llanto hiciese su función. El llanto me vació de todo. De sensaciones negativas, pero también positivas.
Cuando terminé de llorar me incorporé, cogí de nuevo bastón y piolet y seguí andando hasta la cima. Disociada.
Disociación, algo que siendo #autista conozco muy bien.
Infinito aprendizaje tuve.

Disociación. ¿Qué se siente haciendo algo (cualquier cosa) en estado de disociación? Poca cosa. Prácticamente nada.
Cuando estamos disociados nos desconectamos de la realidad. Somos como una especie de #autómatas
Estamos, pero no somos.
Puede presentarse como una respuesta al estrés, la sobrecarga sensorial o situaciones abrumadoras.
Durante la disociación podemos parecer ausentes o tener dificultades para responder o nos desaparece totalmente o parcialmente el lenguaje verbal. Yo sí pude expresarme con palabras cortas: «sí», «no», y no recuerdo qué más. Porque lo que ocurre con frecuencia es que, cuando estamos disociados, solemos tener lagunas de memoria.
Recuerdo de la cima «final» del Castillo de Acher que había como una especie de buzón y que se veían montes nevados alrededor. Poco más. Pero no sentí el entorno. Era como una especie de película en la que, habiendo decidido ir, no la pude ver, ni disfrutar ni sufrir.
El estado de disociación nos permite ESTAR. Pero no nos permite SER.
Todo esto me lleva a pensar, uno o dos días más tarde, de qué me ha servido comprender a qué se deben estos estados. Y comprender/comprenderme me da una seguridad inmensa.
Muchos eventos en muchas ocasiones los he vivido como si fuesen una película, sin ser partícipe activa, sin sentirlos realmente.
Eso es la disociación. Suele pasar desapercibida para otros o, si acaso, te pueden notar distante. Y tampoco te pones a dar explicaciones en esos momentos porque simplemente no puedes por el propio mecanismo de disociación.
¿Estuve en la cima del Castillo de Acher? Mi cuerpo sí, pero yo no.
Con este ejemplo relato un estado muy común en autismo. Y puede ocurrir ante cualquier evento que nos supere. No hacen falta grandes montañas, nos puede ocurrir esperando en la cola del supermercado, en el interior de un bar lleno de ruido, en una reunión familiar, no importa.
Se produce cuando nuestro sistema nervioso no puede más y nos protege desconectándonos.
Nosotras, las personas autistas, igual que las personas con alta sensibilidad, podemos percibir, sentir, procesar el entorno de una manera mucho más intensa que otros. Y además de intensa, también distinta. Por eso el agotamiento sensorial, emocional o cognitivo, etc. también puede llegar antes.
Otra cosa que me lleva a la reflexión… ¿por qué no pongo el límite antes de llegar a ese punto? Porque no sé exactamente cuándo va a ocurrir. Lo que sí sé es que, si me siento saturada o agotada, ocurrirá. Sin más.
¿Qué se ve en las redes sociales? Se ve a Nieves en la nieve. Pero… ¿dónde está realmente Nieves? A veces en la nieve, otras veces… otras veces desaparece 

Felicitar a alguien cuando «aparentemente» consigue algo es muy común. Pero a mí realmente eso me da un poco igual. Preferiría que me preguntaran: ¿cómo te sientes? Aunque seguramente la respuesta será un «bien» por pura inercia o porque no pueda responder otra cosa, la realidad de cómo me siento será muy distinta.
Lo que describo en este post también es mi vida.
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