Espero que este post os inspire para practicar una de las 7 actitudes básicas de Mindfulness: “ceder”. ¿Cómo gestiono las emociones con mindfulness? El primer paso es que te des cuenta de esa emoción. De su existencia.

Aprendiendo  a “soltar” contribuimos a mantener nuestro equilibrio emocional.

Este post me viene inspirado por una pregunta de mi clienta nº 001 del Taller de 8 semanas de Mindfulness. Así que se lo dedico a ella. ¡Gracias M.G.G!

Una de las actitudes básicas de mindfulness, como podéis leer en el post de las 7 actitudes básicas, es “ceder”. Lo que llamamos “soltar”. Ella me preguntaba que por qué soltar la “alegría” si cuando una persona está alegre, quiere que la alegría dure siempre.

Maravillosa pregunta, para la que mindfulness tiene una respuesta.

Si leemos el post de las 7 actitudes básicas, la actitud de ceder se cultiva cuando dejamos de aferrarnos. Es decir, cuando “soltamos”.

Para introducir la respuesta voy a poner un ejemplo muy claro y simple: para redactar este post yo ahora estoy tecleando rápidamente en mi ordenador.

Cada momento es único e irrepetible. Cada segundo que estoy tecleando nuevas letras para redactar este texto,  está “ocurriendo” cuando pulso la tecla y está “marchando” cuando levanto el dedo de ella.

Además, como escribo rápido (pongamos unas 300 pulsaciones por minuto) entre un segundo y otro segundo, puedo apretar 5 teclas. Por lo tanto, el tiempo de pulsar una única tecla puede ser 1/5.

Pongo este ejemplo que, si lo imaginamos y cualquiera de nosotros lo puede comprobar (cada uno a su ritmo), podemos ver que  para formar un palabra o para formar un post entero, necesitamos un conjunto de varios instantes reales. Cada instante es real, porque cada tecla se pulsa de verdad.

Cada instante de esas pulsaciones da forma a un texto completo, pero cada instante en sí mismo, por corto que parezca es único y fundamental. Sin ese instante, sin esa tecla pulsada, este texto estaría mal redactado o mal escrito, faltarían letras y no tendría sentido ninguno.

Llevando este ejemplo a la vida cotidiana es lo mismo. Cada instante de nuestro tiempo, es diminuto, pero es único e irrepetible y sin ese instante, incluso aunque no se pueda medir, la vida simplemente no  existiría para nosotros. Pero es conveniente crear una relación sana con cada uno de esos instantes, sin aferrarnos a ellos para que no se conviertan en lastres mentales.

Todo, lo que consideramos positivo o consideramos negativo (que esto en sí mismo daría para otro post) forma parte de la vida; y si tenemos conocimieto de ello, es porque se transmite en una suma infinita de instantes. ¿Pero qué sucede con los instantes? Que se marchan. No permanecen. El simple paso del tiempo hace que esos instantes aparezcan y desaparezcan.

Mindfulness nos ayuda a gestionar las emociones.

¿Qué pasaría si nos quedásemos aferrados a esos instantes?

Pues pasaría lo mismo que si yo me quedo aferrada pulsando una tecla, por mucho que me guste. Me encanta la letra “ñ”. También me gusta la letra “ç”

Pero… ¿qué sentido tendría un texto  así? : “ñññññ

¿Y este otro? “ççççç

Ningún sentido. Para que un texto tenga sentido, tengo que dejar pasar cada instante. Claro, tal vez aquí no interviene tanto la parte emocional. En las alegrías y tristezas de la vida, sí.

Pero la vida la vamos construyendo con instantes, igual que escribimos un texto. Nuestro guión  vital, para que tenga sentido y podamos avanzar, debemos dejarlo fluir. Aferrarnos a nuestras propias emociones, aunque las consideremos “positivas” como la alegría, nos haría quedarnos estancados. (Considerar una emoción “positiva” o “negativa” no es correcto, pero ya lo explicaremos en otro post).

Y ahora, vamos con la respuesta a la pregunta de M.G.G.

¿Y qué sucede en meditación?

Cuando alcanzamos un nivel de meditación importante, sentimos que estamos mucho más allá de nuestras alegrías y tristezas. Estamos mucho más allá de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, de nuestras sensaciones que captamos a través de los sentidos que conocemos.

En meditación, sentimos nuestro “ser”, nuestro “yo”, nuestra “esencia” (o pongamos el nombre que queramos) tan firme, estable y en paz, que nada (ni siquiera las emociones) nos perturban ni nos hacen sentir bien ni mal porque ya no nos pertenecen; son como ilusiones imaginarias. Nos desprendemos de ellas.

En meditación, el resto del universo al que pertenecemos y en el que estamos, en realidad es como una ilusión; como una especie de “filtro” a través del cual vemos y percibimos. Ese filtro es necesario para percibir el mundo y para poder interaccionar en él y para poder relacionarnos; pero cuando logramos desprendernos de él en la práctica meditativa, la sensación de quietud es tan inmensa, que ninguna alegría ni tristeza nos afecta. Y eso es auténtica calma.

Considero esa calma positiva para la vida cotidiana, porque podemos tomar como ejemplo esa sensación de “desapego” de nuestras emociones para darnos cuenta de que en realidad, nada permanece para siempre. De esa forma crecemos, evolucionamos y si queremos sentir la alegría en toda su intensidad claro que sí, ¡hagámoslo! ¡disfrutemos! Pero hagámoslo con atención plena, con todo nuestro ser. Siendo conscientes de esa alegría. Que sabemos que se trata de un único instante de más o menos duración. Porque, al igual que todo lo demás, la alegría marchará.

Y si somos conscientes de que nuestro “yo”, nuestro “ser”, nuestra “esencia” está firme, estable y en calma mucho más allá de las emociones que podamos sentir en un momento determinado, estaremos entonces mucho más preparados para “ceder”, “soltar” o “dejar marchar” absolutamente todo lo que consideramos “positivo” o “negativo”, convirtiéndonos así en personas mucho más conscientes de nosotras mismas.

Y por lo tanto, librándonos de apegos que nos pueden hacer sufrir de forma gratuita en momentos determinados.

En los estados meditativos prescindimos de nuestros filtros.

Aprendiendo a “soltar” aprendemos a “gestionar” nuestras emociones

Y la gestión emocional es absolutamente necesaria para desenvolvernos en el mundo de una forma lo más adaptativa posible.

Por lo tanto y para concluir: sintamos la alegría con toda la atención plena que podamos; al máximo. Disfrutémosla. Y estemos preparados para soltarla cuando proceda. Y lo mismo con cada una de nuestras emociones.

Gracias si habéis llegado al final. Es un texto basado en mi propia experiencia meditativa. La sensación de desapego en los estados meditativos, es una realidad que se consigue con la práctica.

Eso sí… si me preguntarais si consigo ese estado de desapego total de emociones, pensamientos y filtros en cada segundo de mi vida, os puedo decir que yo personalmente no.

Ese nivel máximo únicamente lo consigo en estados meditativos. Pero me sirve tener conocimiento de que el desapego es real para poder gestionar mucho mejor mi vida diaria en absolutamente todo lo emocional. Y además yo soy muy emocional y eso es fantástico.

Pero tener presente que puedo sentir con toda mi intensidad las emociones y que además estoy preparada para soltarlas me hace sentir genial. En las relaciones interpersonales por ejemplo, en los malestares que pueda tener, en los bienestares que pueda sentir y en las experiencias de vida y aprendizajes que puedan surgir.

Aprendiendo  a soltar contribuimos a mantener nuestro equilibrio emocional.

Os dejo con el vídeo de youtube “Meditación de la montaña” para practicar el sentir de firmeza y estabilidad.

https://www.youtube.com/watch?v=y4O8jfMKRRg
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