Salir de la zona de confort. Seguro que habéis escuchado millones de veces esa frasecita… bien. Pues sobre esto va el artículo, pero con un toque personal y especial… Sabéis que soy muy fan de la psicología positiva, pero de la de verdad. El término “psicología positiva” se ha tergiversado y ahora algunos ignorantes utilizan ese término para lanzar frases absurdas al aire sin destinatario concreto o las ponen en tazas como si nos fuesen a solucionar la vida. Y no, la psicología positiva no es eso.
Quiero comenzar con este fragmento de Thoreau
Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.
Antes de que me “adapte” de nuevo a la vida en la ciudad y lo pongo entre comillas porque ahora sé que jamás me adaptaré y ahora sé también que es algo que, en realidad, no quiero que ocurra (lo de adaptarme, digo), quiero escribir este post.
Antes de saber lo del autismo y preguntarme durante tantos años por qué me sentía como me sentía y por qué era como era, me cuestioné si tal vez tendría alguna especie de trastorno crónico de adaptación. Por aquello de que no me sentía bien adaptada a la sociedad. Por aquello de que me sentía distinta y la gente también me decía (y me dicen) que soy algo peculiar.
Pero como he dicho un montón de veces, en el campo o el monte nunca tuve esa sensación de estar inadaptada, porque me consideraba como un animalillo más y no tenía que cumplir “protocolos sociales”.
Hace unos días volví de una travesía por los Pirineos con unos amigos montañeros. Juampe, Fernando y Manu. Ellos son montañeros de verdad. Yo soy una senderista de playa apasionada de la montaña.
Este mes de agosto que prometía ser un mes de transición y standby, de recuperación de los intensos meses que pasé haciendo una colaboración/prácticas en una clínica de psicología y neuropsicología en Valencia, se ha convertido tras la experiencia pirenaica en un agosto para recordar siempre.
Para recordar siempre porque para mí esa travesía ha significado mucho. Y no solo por los kilómetros ni por la cantidad de días (fueron algo más de 50 km en tres jornadas de sube y baja, cargando con comida para 3 días y durmiendo en el monte). Sino, como casi siempre que salgo de ruta, por la belleza del paisaje, por los compis de ruta y por todo el aprendizaje psicológico que me llevo. Y aprendizaje de montaña, sí, también. Porque, como digo, aunque yo he pasado largas temporadas de mi vida en el campo, vivo a cota cero, al lado del mar. Decidirme finalmente a ir a esa ruta fue salir de mi zona de confort.
Cosas, consejos y aprendizajes para mí, para recordar cuando me relea. Y para vosotros, por si acaso a alguien os sirve, relacionados con la zona de confort:
- Recordemos que, muchas veces, tenemos que hacer las cosas con miedo. Si no, tal vez, casi nunca haríamos nada. Esta ha sido una constante en mi vida, desde que era cría. Digo “miedo”, pero podría decir “ansiedad anticipatoria” o “característica de procesamiento autista que necesita saber todo y que vive en estado de hiperalerta porque no sabe bien cómo comportarse en algunas situaciones y otras situaciones le superan debido a la saturación externa e interna”, pero tal vez esto último es demasiado largo y si digo “miedo” abrevio mucho y todo el mundo me entiende mejor.
- Recordemos que, todas las personas, estamos influidas por nuestro entorno, por nuestro contexto, por las personas que nos rodean. Somos permeables a las emociones, a las situaciones, a las conductas de otras personas, etc. Así que, ante situaciones que nos resulten retos (como lo fue para mí esta travesía), mejor rodearse de personas en las que confiar, para que nos aporten seguridad y ayuda en caso necesario. De lo contrario, la experiencia podría llegar a ser traumática. Una misma experiencia, dependiendo de nuestra personalidad, de cómo la afrontemos, puede ser maravillosa y placentera y ayudarnos a crecer como personas o puede ser traumática y hundirnos todavía más en nuestra inseguridad y nuestros miedos.
- Cada persona llevamos un ritmo distinto. No solo en montaña, sino en la vida en general, en el aprendizaje y en todo. Mi ritmo natural, en comparación con otras personas, puede parecer lento. No solo en montaña, también en la vida. Mi procesamiento es profundo y lento. Y está bien. Es una manera de procesar el mundo, cada uno tiene la suya. Yo me estreso mucho con las exigencias porque tengo que hacer grandes esfuerzos psicológicos para cumplir con las demandas de otros o a veces con las mías propias. Así que… es muy importante que nos respetemos en nuestros propios ritmos internos. Podemos exigirnos un poquito, sí; pero que esté dentro de lo que podemos abarcar (tanto física como psicológicamente). Que nuestra “salida de la zona de confort” sea confortable. Yo en esta ruta me exigí mucho, pero confié en mis compis y en aquello que dicen de que “los músculos tienen memoria y que la montaña cura” jajajaja. Si nos exigiésemos continuamente demasiado, el resultado sería demasiado estrés y eso llevaría a la enfermedad. Con altos niveles de estrés continuado el sistema inmune se resiente; y si el sistema inmune se resiente, nos enfermamos. Y recordemos que CADA PERSONA SOMOS UN MUNDO. Y lo que para unos puede resultar altamente estresante, para otros puede resultar muy placentero, ¿ok? Así que dejemos de comprarnos con otros.
MIEDO, RETO, RITMO son palabras clave que tienen que estar en equilibrio para salir de la zona de confort y que no se convierta en algo traumático.
¿Salir de la zona de confort? Sí, claro. Pero para aprender, para conseguir algo que nos aporte, nos nutra y nos haga mejores. Pero recordemos que todos los seres humanos necesitamos sentirnos seguros para poder avanzar. Y tener una zona de confort es fundamental para mantener el equilibrio psicológico.
Para algunos, salir de su zona de confort puede ser subir una montaña, hacer puénting o bajar a comprar al supermercado o hablar en público. Así que, dejemos de juzgar o de etiquetar de “cobardes” a unos u otros, porque, para cada persona, las situaciones que suponen retos, pueden ser muy diferentes.
(Foto que me hizo Juampe, de la travesía de estos días. La subida que me llevó al límite de mis fuerzas. Todos los senderistas me adelantaron; yo no podía más).
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