Practica mindfulness y te convertirás en el maestro Jedi más calmado del universo. ¡Mentira! 😀

Jeje. No, mindfulness NO es la panacea para ser seres inertes, nada reactivos, nada sensitivos o estar siempre en calma. Nada de eso.

Mindfulness tiene muchos beneficios, algunos de ellos están comprobados por la ciencia en los laboratorios. Se ha visto cómo modifica la estructura cerebral, etc. Todo maravilloso y científicamente comprobado.

La práctica continuada de mindfulness ayuda a muchas personas a llevar una mejor calidad de vida, a afrontar mejor las dificultades, a ser más empáticos y comprensivos y ponerse en la piel del otro aunque piense, sienta o procese distinto.

También nos ayuda a ser menos “reactivos emocionales”, pero no nos ayuda a “no sentir”; al revés. Tal vez seamos más conscientes de nuestras emociones.

Pero si somos completos analfabetos emocionales, practicando meditación tampoco nos vamos a convertir en sabios. No. Para eso hacen falta más cosas. Seguramente seguir algún tipo de terapia que te conecte con lo más profundo de ti para que aprendas a tomar conciencia de tus propios procesos internos, de tus procesos y reacciones emocionales que se manifiestan en conductas externas vete tú a saber de qué maneras. Y tal vez esa terapia puede llevar integrada mindfulness como herramienta.

Si somos personas con problemas psicológicos, conductuales, con temillas del neurodesarrollo como TDAH, TEA u otros, también mindfulness nos puede ayudar. Pero NO, mindfulness por sí mismo no cura depresiones ni evita caer en ellas. Ni te quita el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ni “cura” el autismo.

En primer lugar, porque tanto el autismo como el déficit de atención con hiperactividad no son en sí “enfermedades”, sino maneras de procesar el mundo distintas. Están englobados dentro de los “trastornos del neurodesarrollo” (en el actual manual clínico DSM-5); porque sí, pueden causar trastorno en la vida cotidiana de las personas con esas condiciones. Pero NO se curan. La tendencia (con la que sí estoy de acuerdo) de muchos profesionales y colectivos es ir sacando estas condiciones del neurodesarrollo del concepto de “enfermedad o trastorno” y dejarlas con el concepto de “condición”.

Tampoco la depresión se cura con mindfulness. Mindfulness NO es una pastilla que te tomas todos los días y la depresión desaparece.

A lo que SÍ nos ayuda la práctica continuada de mindfulness es, sobre todo, a ser más conscientes, a estar más atentos. Y por lo tanto, a ser más resolutivos y adquirir conductas más adaptativas. Pero si eres o tienes TDAH no se te va a ir, por mucho mindfulness que practiques. Si es un TDAH severo, seguramente necesitarás medicación (con “D”), aunque mindfulness te pueda ayudar.

Recuerdo a Jesús, un profesor que tuve en el grado de psicología. Fue profesor entre otras asignaturas de neurociencia conductual, neurociencia cognitiva, psicofarmacología y otras. Él, además de profesor de universidad, era médico. Y tenía sus másteres y doctorados en psicología y formación en mindfulness.

Sus clases, en lugar de ser de 45 minutos, eran de dos horas. Jesús tenía fans (entre las que me incluyo) pero para otros alumnos era un tostón. Para mí fue el profesor favorito porque, con la pasión que explicaba en las clases, las dos horas se hacían cortas. Me hubiese pasado la vida escuchándole.

En una de las clases sacó un cuenco tibetano y nos habló de mindfulness y de cómo lo aplicaba él con sus pacientes. Y se me quedó muy grabado cuando dijo que una persona con TDAH severo, solo el mindfulness no le iba a hacer absolutamente NADA, seguramente necesitaría también medicación e introducir una serie de rutinas en su vida (además de terapia o lo que fuese necesario).

Con esto quiero decir que cada persona somos distintas, tenemos una condición neurobiológica de base distinta. Problemas o trastornos psicológicos distintos. Personalidades distintas.

Y, aunque mindfulness nos pueda ayudar a todos o casi todos, no nos soluciona la vida a nadie.

Varias veces he hablado de mi caso personal con la meditación desde niña. Me voy a repetir solo un poco.

Comencé a practicar meditación a finales de 1980 o principios de 1990. De niña practicaba a diario, la meditación me atrapó enseguida por muchas cosas. Algunas de ellas las cuento en mi ebook TRANCE (lo puedes leer gratis en Amazon con la suscripción o puedes comprarlo).

Pero la práctica de meditación, no evitó que cayese en una depresión. Y además, fue una depresión grave. Y tuve que ir a terapia. La terapia junto a la meditación SÍ me salvaron la vida.

De pequeña tuve problemas psicológicos, de los que no tengo ningún reparo en hablar, pero no es motivo de este artículo.

Lo que quiero decir es que, personalmente la meditación en general (y también la meditación mindfulness) me han ayudado y me siguen ayudando mucho en mi vida cotidiana. Me han ayudado a darme cuenta de muchas cosas (también lo podéis leer en TRANCE), y soy mucho más consciente de mis procesos internos.

Pero NO me ha desaparecido la ansiedad por completo de mi vida, ni soy una maestra Jedi de la calma, ni tengo el control siempre de todo ni soy una monja budista que no salgo del monasterio y me paso la vida meditando. Seguramente los monjes lo tienen mucho más fácil (como dijo el Lama Rinchen). Si tú te metes en un monasterio y dedicas toda tu vida a cultivar la atención plena, te dedicas la vida a la reflexión, al estudio, etc sin distracciones externas, todo es mucho más sencillo.

Ahora bien, como también dijo el Lama Rinchen, si tú eres budista practicante, pero no eres monje, tienes familia, hijos, tienes un trabajo con el que lidiar todos los días, etc y te las tienes que ver todos los días de tu vida con las adversidades que el mundo te pone delante, los “beneficios” de la meditación también se notan; pero seguramente no te vas a convertir en el maestro Jedi de la calma, porque estamos influidos por el contexto y por nuestra propia personalidad porque somos SERES HUMANOS.

El mismo Lama Rinchen (monje budista tibetano), dice que la meditación no “cura” nada. Y hay que distinguir meditación de terapia psicológica.

La ciencia y el budismo tibetano están de acuerdo en esto. 🙂

No pretendamos solucionar todos nuestros problemas a base de meditación diaria, porque lo que seguramente conseguiremos con ello, será disociarnos de nuestros problemas y no afrontarlos como toca y tal vez caigamos en el llamado Bypass Espiritual.

Hagamos meditación diaria pero, si tenemos algún problema, acudamos a un psicólogo, médico, terapeuta o profesional competente que sepa cómo ayudarnos con esos problemas.

La meditación es una herramienta, una ayuda para llevar una vida más plena; para ser capaz (a veces) de parar y calmarnos, para ser más empáticos y compasivos con nuestros semejantes, para aceptar nuestras propias dificultades y querernos y respetarnos un poco más a nosotros mismos y a los demás.

La meditación es maravillosa, una gran ayuda. Pero NO es la panacea a los males individuales ni los males del mundo. No nos convertirá en maestros Jedi de la calma si somos altamente reactivos o tenemos un contexto desfavorable, o tenemos algún problemilla psicológico, una personalidad determinada, etc.

Y recordemos que la meditación mindfulness, sin la compasión, se queda coja (el psiquiatra Javier García Campayo y otros grandes investigadores de mindfulness en nuestro país, no paran de insistir en ello).

El término “compasión” en la jerga meditativa no quiere decir “lástima”.  Quiere decir (más o menos) “bondad y amabilidad amorosa hacia nosotros mismos y hacia los demás”. Personalmente, el término “compasión”, lo compararía ligeramente con la palabra mexicana “apapachar” (acariciar con el alma). 🙂

No perdamos de vista que la meditación mindfulness viene de las tradiciones contemplativas “orientales” llenas de tradición religiosa y espiritual. Lo que pasa es que aquí se le ha quitado toda esa connotación espiritual para que pueda ser practicada por todo el mundo, sea religioso o no.

Pero las malas traducciones que se han hecho primero al  inglés y después al español de los términos originales, acaban desviando el verdadero sentido de la meditación (por eso es siempre conveniente contextualizar la meditación, para que se entienda bien).

Medita y acaricia con el alma. A ti y a los de tu alrededor. Hazlo de verdad, desde el corazón y con aceptación. Y tal vez, desde ahí, comenzarás a ver resultados y flexibilidad. Si no, te estamparás y rebotarás contra una rígida pared continuamente.

Y no esperes convertirte en el maestro Jedi de la calma infinita y eterna. Porque recuerda: eres un ser humano.

 

 

 

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