Hay peregrinos a los que les gusta terminar su camino en Fisterra y a otros en Muxía. Fisterra se consideraba el final de la tierra, el final del mundo conocido. Yo no tengo preferencia, ambos son preciosos; cada final tiene su encanto. Pero esta vez le tocó a Muxía. En Muxía se percibe la energía del mar más concentrada. O al menos esa sensación tuve el otro día.

Desde lo vivido en este camino, consideraré a Muxía el lugar que existe más allá del fin de la tierra.

Dicen que un camino se vive tres veces: cuando lo preparas, cuando lo vives y cuando lo recuerdas… y en la etapa del recuerdo y de la integración estoy yo ahora. Pero necesitaba un elemento disparador para poder escribir todo esto que se sigue procesando por dentro. Y sé que tardará unos días en asentarse bien.

El elemento disparador ha sido la música. Sabía que al escuchar de nuevo esa canción que puso Marcos algún día al despertar por la mañana, algo dentro me iba a hacer crassshhhhhhhh y todo saldría a borbotones, sin coherencia, sin rumbo, como un volcán que había estado gestándose durante los pasos de unos días atrás. Y he tenido el valor de escucharla de nuevo, ponerme a llorar por echar de menos muchas situaciones y dejar que mis dedos fluyan sobre las teclas…

Después me toca revisar el escrito, borrar más de la mitad y volver a escribir con algo de cabeza, porque resulta que lo quiero publicar en el blog… jusss 😀 Y cuando se escribe desde la emoción siempre hay cosas que son impublicables (me falta el emoticono de la carcajada enorme). 😀

Sigo pensando que las emociones son la fuente de la vida. TODAS. Las consideremos mejores o peores, TODAS tienen cabida. También el miedo. Yo tendré muchos miedos, pero hablar de emociones propias no es uno de ellos. Para mí es liberador, para que no se enquisten.

Seguimos muy encorsetados al compartir emociones o sensaciones, pensando a veces que son síntoma de vulnerabilidad o debilidad. O por miedo a que nos juzguen. Pero es justamente lo contrario. Las emociones son precisamente las que nos hacen tan humanos. Es nuestra biología, nuestra naturaleza.

Este camino con final en Muxía comenzó el día 6 de octubre cuando cogí un vuelo a Santiago de Compostela. Fue un camino muy deseado. Sabía que sería algo diferente a otros. Justo el día antes cerré una etapa de mi vida. Además, la persona con quien iba a compartir este camino, no la conocía demasiado. Y nunca habíamos compartido camino antes. Así que me lo planteé como una aventura diferente.

Y tan diferente…

…la aventura empezó cuando puse un pie en el aeropuerto de Santiago. Soy muy despistada y me saturo enseguida y necesito máxima concentración para salir de los lugares con muchos estímulos. Así que me centré en buscar las indicaciones para salir a la calle por el lugar correcto y no meterme otra vez en la pista de aterrizaje con los aviones jajaj… así que no vi a Marcos, que estaba justo delante de mis narices (literalmente). Fue una sorpresa verlo allí.

Bueno… abrazos, abrazos y más abrazos… y así me hubiese pasado todo el camino.

Fuimos a por el autobús para ir a la ciudad. Más sorpresas al llegar a la habitación del alojamiento.

Al día siguiente comenzábamos a caminar juntos. Finalmente hicimos Santiago-Negreira-Ponte Olveira-Cee-Fisterra-Muxía.

Lo que hemos hecho en este camino ha sido básicamente lo que hacemos todos los peregrinos: comer, beber, caminar y dormir.

Pero en ese contexto de ir cubriendo necesidades básicas mientras andamos, se sienten muchas cosas. Muchas. A veces la cabeza explota. La mía un día explotó. Eché de menos tener el Word para poder escribir todos los pensamientos de forma desordenada, tal cual llegaban. ¡Qué terapéutica me resulta siempre la escritura!

Como ya comenté en FB, caminando a veces la cabeza se nos pone del revés, nos llegan pensamientos y emociones que empiezan a caer en cascada e intentamos sostenerlos todos y no podemos… entonces sabemos que nos vamos a echar a llorar… porque no podemos sostener nuestro propio caos.

Cuando pasa el caos intenso intentamos organizar todo ese batiburrillo interno para darle algún sentido, algún origen, algún «por qué».

Y tal vez no hay o no se pueden averiguar los «por qués». Tal vez intentar indagar en el origen sea demasiado agotador. O que la búsqueda solo nos genere mayores dolores de cabeza.

Es posible que el Camino y la Vida están concebidos para caminar y vivir sin grandes reflexiones y sin grandes preguntas; y por supuesto: sin grandes respuestas. O incluso sin respuestas. Simplificando.

Seguro que eso era lo que necesitaba: que me explotara la cabeza para que el batiburrillo mental-emocional me rebosara desde dentro hacia afuera; para dejarme limpia, vacía de tensiones y encorsetamientos internos.

Creo que a partir de ese día me sentí un poco más yo misma que antes.

El día a día en el camino fue duro por momentos. En estas etapas para mi gusto hay demasiados tramos de asfalto. Además, hizo demasiado calor. Mi forma física estaba bastante en mal estado jejej… todo se juntó un poco para convertirlo en un camino que me pareció mucho más duro que la última vez.

Pero un día, de Cee a Fisterra nos llovió un poquito. Puro gozo, pura vida. La lluvia nutre el paisaje, nos nutre a nosotros. Fue un regalo inmenso. La tarde llegando a Muxía tuvimos algo de niebla… la niebla me encanta. Le da un toque mágico al camino.

Pero además de que fuese un camino duro para una peregrina desentrenada… este camino tuvo algo precioso que no tuvo ninguno de mis anteriores caminos.

Este camino tuvo a Marcos. ¿Cómo puede llegar una persona a acariciar el alma de otra sin ni siquiera conocerla demasiado? ¿Qué procesos intervienen ahí? No voy a buscar explicaciones psicológicas, que seguro que las hay.

Me zambullo en lo más profundo para rescatar las sensaciones más destacadas para mí de este camino, las escribo sin orden ninguno.

Encuentro. Energía. Dulzura. Suavidad. Ilusión. Gominolas. Sol. Quejas. Besos. Risas. Locura. Miedo. Comprensión. Abrazos. Caricias. Empatía. Más risas. Cansancio. Historias de antaño. Más abrazos. Momentos de sí pero no. Momentos de no pero sí. Confusión. Deseo. Frío. Calor. Ironía. Más risas. Clímax. Empacho. Mar. Encorsetamiento. Dolor. Libertad. Incertidumbre. Angustia. Pesadilla. Más abrazos. Tristeza. Colorines. Enfado. Luna. Tu pelo, tu sonrisa, tu boca, tu piel y tus manos. Más risas. Silencios. Música. Lágrimas. Vida. Sensibilidad. Percepción. Sueños compartidos. Sueños propios. Verte el alma solo a medias. Más besos. Pena. Alegría. Despedida

Y entre el encuentro y la despedida, jugaron todas esas sensaciones mezcladas, alternándose hasta llegar a Muxía. Al llegar allí todavía el horizonte de la puesta de sol nos regaló una fina línea de colores cálidos intensos. Esos colores son como una inyección directa y maravillosa a mi fuente de la felicidad interna.

Pocos placeres pueden equipararse a ver salir el sol o verlo marchar o mirar esa fuerza del mar capaz de triturar emociones y pensamientos y dejarlos en estado basal de ninguna parte, calmando la mente y dejándola a unos niveles ideales de ilusión como si de un ansiolítico natural se tratase.

Tal vez la vida no sea perfecta, pero hay momentos plenos y maravillosos. Como la puesta de sol en Muxía. O como todas las emociones que surgen caminando, aunque a veces no nos gusten. O las personas que nos acarician el alma.

Regresé ayer a casa. Llegaron noticias de esta otra realidad que solemos considerar la “verdadera” pero todas son verdaderas. Y se entremezclan unas con otras.

Y la primera noche en mi casa he dormido de maravilla. Pero al despertar noto que me falta a alguien cerca. Me falta mi compañero de este camino. También me falta una canción. Me falta tener que ponerme las zapatillas, cargar la mochila y salir de nuevo a caminar con Marcos. O a comer zamburiñas mientras pongo caras de placer y empacho. Caminar, con todo lo que ese inmenso verbo implica.

Gracias por todos los pasos compartidos. Por las risas y por todo eso que remueves en mí. Y por todos los momentos de presente y de divagación. TODOS. Ojalá lleguen más pasos contigo. Hasta entonces, me quedo con la intensidad de lo vivido. 😊

Link al vídeo del camino.


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