En agosto tuve la suerte de poder escaparme al Pirineo un par de días. Fue gracias a Fernando, que se ofreció a acompañarme, compartió conmigo su espacio y su tiempo. Pude salir de mi agobio veraniego en Valencia.

Yo no me iría sola a la montaña. No me siento con la preparación suficiente para caminar por ciertos lugares. Y él, el Pirineo Aragonés se lo conoce como la palma de su mano.

Fueron un par de días geniales, donde desconecté del todo de mi verano en Valencia, donde compartí pasos y conversación con una persona maravillosa y además viví experiencias nuevas para mí; como dormir en un refugio libre de montaña. Todo fue perfecto y me volví a casa con las pilas recargadas.

Hubo momentos chulos, pero uno de ellos me hizo sentir plena del todo. Un rato de descanso al lado de un río, yo estaba hecha polvo de la caminata del día anterior y me tumbé en el suelo. ¿He dicho hecha polvo? ¡Nááááá!  😀 Fernando fue a bañarse a la poza. Mientras yo estaba tumbada sobre la roca, varias mariposas pequeñas venían a posarse en mis dedos. No se asustaban, al revés. Parecía que jugaban.

Esa sensación me pareció preciosa. Esos momentos me hicieron sentir libre. Allí tumbada en plena naturaleza, con el único sonido de la corriente del río y la única compañía de las mariposas, me hizo sentirme libre y conectada con algo mucho más grande que yo.

La sensación de libertad es algo totalmente subjetivo y para cada persona es distinta.

Hay momentos en los que nos sentimos atrapados dentro de nosotros mismos. Hay momentos en los que nos olvidamos de nuestra cárcel mental y nos sentimos libres y conectados con el entorno.

Poder ver los ibones por el día y las estrellas por la noche, caer dormida en el refugio en segundos debido al cansancio, jugar con las mariposas… y todo eso rodeado además de una sensación constante de calma, confianza y seguridad que me aportaba Fernando, convirtió ese fin de semana en algo extraordinario.

¿Qué podemos hacer cuando nos sentimos atrapados dentro de nosotros mismos? Un cambio de contexto externo puede ayudar. Estar con gente distinta, ver paisajes distintos, hacer cosas distintas… todo eso aporta oxígeno a nuestras neuronas y genera nuevos aprendizajes.

Yo voy a estar un tiempito caminando.

Después del Pirineo, estuve en la Sierra de Madrid, con Marcos. La subida a la Maliciosa me resultó dura por la cuesta, pero llegar allá arriba, las preciosas vistas y ver a Marcos haciéndose íntimo amigo de las cabras, me llenó de placer y satisfacción. De nuevo me sentí feliz. Agotada, plena y feliz. ¿He dicho agotada? ¡Náááá! Estaba super hecha polvo 😀 Las dos rutitas que hicimos por la Sierra de Madrid me descubrieron un lugar increíblemente precioso. Me enamoré de ese lugar que era casi desconocido para mí. Y Marcos… bueno, Marcos para mí es uno de los maestros de vida. Si tuviese que escribir sobre él no tendría espacio suficiente en un word infinito.

La semana pasada estuve 6 días otra vez en el Pirineo Aragonés, esta vez con Eva por la zona de Torla. Fueron las primeras rutas tras mi decisión de cerrar el negocio. Fueron 6 días de puro gozo (y mucho frío por la noche jajajajajaja). Pude desconectar al máximo de muchas cosas, porque cerrar un negocio implica bastante movimiento y es un poco agotador. Pero caminar por el Pirineo me recargó la pila mental y me sentó genial. La decisión de caminar por tiempo indefinido, a mi aire, con calma, sin retos ni exigencias, reconozco que fue perfecta.

La experiencia caminando con Eva me reafirmó en la certeza de que debemos auto-respetarnos en nuestros propios ritmos vitales (y por supuesto también en el ritmo de nuestros pasos en el monte).

Eva y yo nos conocemos desde hace muchos años, hemos compartido muchas aventuras juntas y hemos compartido After Shock de canela. ¡Cuidado… After Shock de canela en Ibiza sin pisar una discoteca! Eso es de tener nivel 😀  Somos muy distintas en algunas cosas y muy similares en otras. Pero lo bueno es que podemos estar 6 días juntas, día y noche, compartiendo tienda de campaña, risas y conversaciones de todo tipo. Y eso, en estos tiempos, tal y como está el percal, es una suerte.

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Me da la sensación de que cuanto más nos auto-respetamos y aceptamos en todo, nos sentimos más libres.

Cuando somos nosotros mismos estando con otras personas, nos sentimos más libres.

Cuando nos permitimos fallar y en lugar de sacar el látigo nos perdonamos, nos sentimos más libres.

Cuando amamos a otros con sus luces y sombras, nos sentimos más libres.

Y cuando nos amamos a nosotros mismos, con nuestros cielos y nuestros infiernos, nos sentimos más libres.

 

La libertad está ahí, en esa dirección; hacia donde vuelan las mariposas.

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